viernes, 23 de marzo de 2012

Hienas en Atapuerca

Durante el Pleistoceno inferior y hasta bien entrado el medio, las actividades de carroñeo del ecosistema estaban en Eurasia en manos, principalmente, de la hiena gigante (‘Pachycrocuta brevirostris’), un animal muy corpulento de cara achatada y una poderosa dentición trituradora, siendo su presencia, habitual en yacimientos de unos 2 a 0.5 millones de años. No obstante, en la Sierra de Atapuerca, es la hiena manchada (‘Crocuta crocuta’), una recién llegada al continente, más grácil y probablemente más carnívora, la que ocupa el econicho del carroñero. Atapuerca cuenta con el más antiguo registro fiable de la entrada de hiena manchada en el continente desde África, con unos 900.000-800.000 años de antigüedad (Pleistoceno inferior) en depósitos de la Gran Dolina. Sin embargo, a pesar de su reciente llegada, muy pronto comienza a expandirse por todo el territorio europeo, y continúa formando parte del paisaje de Atapuerca durante gran parte el Pleistoceno medio. Se han recuperado restos de hiena manchada, tanto en los niveles de la Gran Dolina de esa edad (TD8), como en los estratos superiores de la Sima del Elefante atribuidos al Pleistoceno medio, en este caso asociados a herramientas de piedra fabricadas por homínidos. La escasez de sedimentos del Pleistoceno superior en la Sierra, nos impide conocer la pervivencia de estas hienas, que combinarían, como lo hacen sus parientas actuales africanas, su habilidad de grandes cazadoras con su destreza carroñera. Sin embargo, su presencia es abundante durante todo el Pleistoceno superior en numerosos yacimientos ibéricos muy próximos, como Valdegoba (norte de Burgos), rica en restos de hienas y presencia de Neandertales. Es probable por tanto que las hienas prolongaron su estancia en la sierra burgalesa de Atapuerca miles de años después. Sin embargo, las hiena manchada nos siempre estuvo sola en la Sierra de Atapuerca, dada la reciente aparición de una mandíbula de otra especie de hiena (‘Hyaena perreri’). Este descubrimiento implica que a pesar de la imparable expansión de las hienas manchadas por el continente, se producirían momentos de coexistencia con otros carroñeros, como a su vez refleja la presencia de la hiena manchada y gigante en algunos yacimientos como el de Mauer (Alemania). Esto ocurría hace alrededor de 600.000 años, en un momento cálido que pudo haber propiciado la inmigación de taxones procedentes del este. Es difícil saber si se trataba de entradas puntuales aprovechando momentos climáticos óptimos, o sencillamente que la densidad demográfica de ‘Crocuta crocuta’ era muy superior, y por tanto también la probabilidad actual de recuperar sus fósiles en los yacimientos. De cualquier forma, ambos planteamientos dejan claro que la hiena manchada, fue la gran reina del ecosistema desde su entrada en los albores del Pleistoceno inferior y hasta casi el Holoceno, combinando sus habilidades como cazadora y la precisa adaptación al carroñeo de su implacable dentadura, con la que a modo de cascanueces era capaz de destrozar los huesos y acceder al energético tuétano.

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